Cuando amas al fútbol tu equipo te genera pasión y locura, y a veces, ciertos jugadores son quienes impulsan y motivan esa pasión. Esos jugadores que te llenan el alma, que su amor por la camiseta llega a tu corazón y se te aprieta el pecho cuando estas en la cancha viéndolos jugar. Ese es el caso de Marcelo Luna.
Luna jugó en Sportivo Balnearia cuando corría, más o menos, el año 45. Un delantero muy rápido y con mucho gol que llegó al corazón de toda Balnearia.
Sin embargo, su rol en la cancha no solo fue lo que quedó en la historia del club. Años después, Luna continuó creciendo futbolísticamente y fue vendido a Talleres de Córdoba, lo que implicó un ingreso importante para Sportivo
Con eso, el club logró hacer las tribunas, el tunel, el alambrado olímpico y los tapiales. Una venta de esa magnitud, marca un antes y un después para un club de tal nivel.
Luego de pasar por Talleres, Luna llegó a Banfield, de ahí a Rosario Central y tiempo después continuó su carrera en Atlético Tucuman, mientras trabajaba en el Ferrocarril. Tan lejos y tan cerca de su Sportivo Balnearia, ya que siempre lo llevaba en el corazón, el delantero finalmente falleció en Tucuman debido a una enfermedad.
Jugadores como Marcelo Luna nunca se olvidan, son de esos cuyo poster queda pegado en los negocios del barrio y en las habitaciones de los chicos. Esos carteles gastados y destiños que marcan la historia del club y los corazones de todos los vecinos.
